lunes, 23 de agosto de 2010

La caja

He aquí el relato de un día normal de una familia normal, narrada por uno de sus miembros:

Mi hermana duerme y mis padres están trabajando. Normalmente soy yo la que despierta a mi hermana aunque hay días que es ella la que me despierta a mí. Desayunamos, miramos la televisión y pensamos que hay que hacer en casa. [Eso si no tenemos que ir a la escuela, si tenemos que ir suenan los despertadores, nos vestimos, desayunamos y salimos. Vamos a comer a casa y luego volvemos por la tarde, hacemos los deberes, cenamos y dormimos]

Nos vestimos y nos ponemos en marcha se apaga la tele y a veces nos ponemos la radio mientras limpiamos y hacemos las tareas. Cuando acabamos descansamos en el sofá y, cómo no, vemos algo de televisión y charlamos un rato.

A la hora de comer no apagamos la tele, aunque si sólo estamos nosotras charlamos y nos contamos nuestra vida. En este caso la tele es lo de menos.

Después de comer, llega mi padre y come con la tele puesta. Come solo y si nos quedamos en medio lo más normal es un: “quita que no veo”, si le intentamos comentar algo pueden pasar dos cosas: que no nos mire y que siga mirando la tele o que suba el volumen. Es decir en este caso se antepone la tele a lo que le tengamos que contar o explicar, luego se dan casos de desinformación y es que no es lo mismo oír que escuchar…pero eso ya lo expliqué

Por la tarde cada uno va por su lado, mi hermana y yo hacemos planes y salimos juntas o por separado y mi padre se queda en casa viendo la tele o con el ordenador.

Por la tarde antes de cenar, cuando volvemos mi hermana y yo preparamos la mesa para cenar y muchas veces preparamos la cena. A la noche llega mi madre, cenamos y nos intentamos explicar el día. Digo intentamos porque está la televisión de fondo y ya ha quedado patente que a veces se antepone la tele a las personas. Esto a veces lleva a discusiones que intento evitar callándome y retirándome lo antes posible de la mesa, ya que lo que tendría que ser una cena familiar: una situación agradable de personas que explican, que escuchan y que son escuchadas acaba siendo una situación tensa e incómoda.

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¿No os ha pasado alguna vez, intentar hablar y no oír vuestra voz? ¿No habéis querido decir algo importante pero nunca encontráis el momento y pensáis: cuando estemos todos lo explicaré, y entonces no se os escucha?

He llegado a una conclusión, no es muy complicada y es un poco extraña viniendo de mí, ya que miro bastante la televisión, pero creo que si retirásemos los televisores y las pantallas en general, que absorben y aíslan a las personas, nos daríamos cuenta que para hablar no se necesita estar delante de una pantalla, tampoco necesitamos una pantalla para saber lo que pasa a nuestro alrededor y menos para pasar un buen rato.

Estoy harta de ver como los adolescentes se aíslan en mundos digitales, de ver como algunas familias parecen auténticos desconocidos, de ver como algunas personas viven en mundos digitales de los que se creen reyes, de ver como los juegos traspasan los límites del juego y pasan a ser una forma de vida.

Ya sé que es irónico que haga estas conclusiones y que las cuelgue en un blog, un lugar en la red, un lugar al que sólo se puede acceder por una pantalla. Pero en la vida no hay nada blanco o negro, la mayoría son matices de gris. Como ya he dicho las pantallas absorben a la gente, sino mirad a vuestro alrededor y contad cuántas horas dedicáis en cualquier pantalla y comparadlas con las que pasáis con vuestros amigos o familiares, charlando o pasándolo bien (sin ninguna pantalla por medio).

Retirar la tecnología sería un atraso (hay que reconocer que son un gran medio de comunicación y una gran fuente de información), y hay que avanzar. Pues para mí, el avance está en enseñar a la gente a usar esa tecnología, y no desde un punto de vista de funcionamiento, para eso ya está el manual de instrucciones, lo que hay que enseñar es precisamente lo que no está en el manual: la solución consiste en concienciar a la gente y hacerles entender que el ser humano necesita de otros iguales para buscar apoyo, para relacionarse, para reír, para llorar, para vivir. Y quizás cuando suficiente gente lo haya entendido no hará falta retirar las pantallas porque su uso será el mínimo indispensable.

Acabo con una frase que leí hace tiempo en un grafiti (y que he reencontrado en imagen gracias a San Google):

“Apaga la tele,vive tu vida”



3 comentarios:

  1. Me has recordado al libro que leí en mi adolescensia que se llama "La Máquina Maravillosa", es juvenil pero trata el tema con madurez y es muuuuuy recomendbale. No sé si ése es exactamente el título, pero era algo así. Me impactó mucho.

    Yo estoy tanto rato en el ordenador porque mi trabajo lo exige, pero luego en casa apenas veo la tele por llenar los momentos de silencio que tenemos en casa. Pero claro... mi pareja y yo solemos hacer casi todo juntos (no por dependencia mutua, sino porque tenemos aficiones comúnes). Quizás cuando hace guardia en Cruz Roja él llega a casa con cosas nuevas que comentar de los casos que le ponen o cuando yo salgo con mis amigas, de cositas (pero no suelen interesarle mucho).

    En su momento, cuando estaba realmente enganchada a internet, me impuse unas normas. No discutir por chat o por foro y cosas así... si hay una persona con la que puedo quedar, tomar un café en lugar de chatear. Pero claro... ahora vivo a 600 kilómetros de una de mis mejores amigas, a 3 horas en Cercanías de otra de mis mejores amigas y a 7 horas de autobús de mi mejor amigo...

    Tochazo de comentario, jajajajaja. Un abrazo.

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  2. Gracias por el título, lo buscaré.

    Si pasamos tiempo delante de las pantallas por obligación, pues no nos queda más remedio. Pero si somos capaces de apagar la tele y saber que podemos hacer algo más y saber compartir lo que hemos hecho ya está bien.

    Las normas que te pusiste me parecen perfectas, pero si no tenemos otro medio de comunicación es una forma de estar en contacto.

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  3. para que luego te quejes de lo que te digo...

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